Mi esposa y yo lo hemos hecho en promedio cada 8 años y los dos hemos regresado tres veces a Colombia, nuestra tierra natal. Aunque ella me lleva la delantera en número de países, no me quedo atrás dado que he vivido en 5 durante mis 42 años.
En cada uno de los tres continentes donde he habitado he visto que todos nos regimos por los mismos valores de amistad, familia, respeto, servicio y amor. Por esa razón cada día me cuesta más trabajo aceptar que exista el odio. Ademas tengo una enorme gratitud por cada uno de los países y las personas que han hecho de estas experiencias de vida, algo maravilloso. Mis agradecimientos eternos.
Colombia es uno de los países más hermosos del planeta y sin duda uno de los más verdes y biodiversos de Latino América. Su música, sus paisajes, su comida y la creatividad de sus emprendimientos son verdaderamente alucinantes. Su sector empresarial asegura su economía como una de las más estables de la región y su desarrollo social ha sido imparable durante los últimos 15 años. Esas razones, entre muchas más, son suficientes para amarla.
También contamos con una de las guerras internas más antiguas del mundo y seguramente figuramos en el “top 10” de muertes anuales por culpa de esa guerra. Más de 5 generaciones hemos nacido, crecido y reproducido en medio de ese conflicto armado, que se ha adaptado y transformado con el pasar del tiempo. Hemos aprendido a tener éxito dentro de un contexto cuyos factores podrían excusar y explicar cualquier fracaso. Sin embargo, nos hemos re-inventado como una nación con gran dosis de alegría y resiliencia.
Recientemente el Acuerdo de Paz firmado con uno de los grupos armados nos ha permitido iniciar un nuevo capítulo de reconciliación, con bajos nieves de muertes y sobre todo con grandes oportunidades a corto y largo plazo, que nos llevarán a generar más riqueza y desarrollo social.
Desafortunadamente también somos conocidos a nivel mundial por nuestra gran producción de droga, por Pablo Escobar y porque siempre en cualquier noticia de carácter mundial hay un colombiano involucrado. Hasta la infidelidad conyugal de Arnold Schwarzenegger fue protagonizada por una colombiana. Las novelas de García Márquez y las letras de las canciones de Carlos Vives y de Shakira contienen mucha de nuestra realidad. Nuestros deportistas en diversas disciplinas, y sin lugar a dudas un potencia en ciclismo, que nos refleja dicha resiliencia.
Ocurre que cuando vivimos en otro país o viajamos al extranjero descubrimos siempre algo que Colombia necesita para ser un país perfecto. Por ejemplo, en USA nos damos cuenta de que es posible conducir un carro sin necesidad de molestarnos con los demás conductores y cumplir las normas de tránsito al 100% . También descubrimos al visitar ese país que es posible tolerar diferencias sociales en los medios de transporte masivo y compartir un bus, el metro, el parque, una fila, con cientos de personas de diferentes estratos sociales, sin apenas notarlo. Inclusión social y respeto a las normas son temas que debemos seguir trabajando.
En Europa aprendemos a vivir sin ayuda doméstica, disfrutamos de pasear por las calles, comer en cualquier sitio, apreciar una escultura callejera, visitar un museo y también vestirnos como se nos da la gana, sin vergüenza y sin miedo “al qué dirán”.
En Asia, cómo lo atestiguan mi mamá, mi suegra y mi cuñada en varias ocasiones, podemos aprender el valor de la espiritualidad y contemplar con asombro su enriquecedora actitud con respecto a la pobreza.
En Latino América nos reímos a carcajadas y nos acercamos a nuestros compatriotas latinos imitando sus acentos en forma magistral. Bailamos al ritmo de cualquier canción en especial si se trata de un reguetón, salsa o vallenato. Cantamos a gritos música de Shakira y de Fonseca, etc.
¿Por qué disfrutamos tanto de ser colombianos cuando estamos fuera de Colombia? No tengo la respuesta. Sin embargo, he comprendido que me gusta vivir fuera de Colombia porque al liberarme de sus prejuicios la amo espontáneamente por lo que es.
Son cuatro los aspectos que me hacen amar a Colombia desde el extranjero:
- Cuando interactúo con los locales y les aclaro con orgullo, “¡Yo soy de Colombia!”, lo cual produce tal reacción química en mi cuerpo que me declaro adicto a ella. Disfruto mucho de las reacciones que provoca dicha afirmación. La más inesperada y sorpresiva me ocurrió a los 17 años mientras viajaba en tren en Dinamarca para visitar la cuna de Hans Christian Anderson. Llevaba mi bicicleta para conocer los pueblos cercanos y en la estación del tren entablé conversación con un danés. Cuando llegamos al inevitable “¿de dónde era yo?”, mi respuesta le sorprendió tanto que abrió los ojos para mirarme bien, se quedó en silencio por unos instantes y finalmente rascándose la cabeza me preguntó: ¿y por qué eres blanco?
- Cuando suena música bailable y las personas a mi alrededor me halan para no perder la oportunidad de bailar con un colombiano, yo trato de explicarles que los que bailan bien son de otras regiones de Colombia y no precisamente de Bogotá. Como reacción inmediata mi genética bogotana se oculta permitiendo que salga el caleño y el costeño que llevamos todos los colombianos en la sangre. Ahí disfruto al máximo bailando con energía, alegría y sin tabús.
- Cuando puedo explorar la moda. Siempre he admirado con algo de envidia a las personas que se visten como les gusta y además con estilo. El tema de la moda nunca fue mi fuerte aunque trabajé dos años en ese medio. Cuando viajo, tan pronto subo al avión dejo atrás mi “rolo” conservador y exploro nuevas tendencias. Critico y rajo igual que cuando estoy en Colombia y termino usando ropa que nunca vestiría en mi ciudad natal. La sensación de libertad al salir a la calle y disfrutar de teatros, museos, y restaurantes vestido como yo quiera y a la moda, me hace feliz.
- Cuando practico el Colombianismo de reflexionar ante preguntas curiosas y complejas que todos capoteamos: ¿Por qué no se acaba la guerra en Colombia? ¿Qué tienen que hacer para terminar con el narcotráfico? ¿Cuáles son las mayores exportaciones de Colombia y por qué no crecen al ritmo mundial? ¿Qué nos impide terminar y erradicar la pobreza de una vez por todas? ¿Por qué un país tan rico en alimentos tiene pobres y desnutrición? etc. Lo más sorprendente no son dichas preguntas sino nuestras elocuentes respuestas, en el idioma que quieran. Hace poco, en la sala de espera de un aeropuerto escuché a un colombiano respondiéndolas a un portugués. Chismoso como soy escuché toda la conversación. Me emocionaron tanto sus respuestas que al final casi le sugiero al compatriota que lanzara su candidatura a la presidencia.
Desde el extranjero se nos ocurren las respuestas más sofisticadas y elocuentes a nuestros problemas más evidentes, que no terminamos de solucionar.
Quizá vivir fuera del país por un tiempo nos enseñaría a quererlo genuinamente y a sentirnos orgullosamente colombianos cuando vivimos en Colombia. De esa forma podríamos mejorar nuestra realidad con acción e inteligencia y todos unidos mejorar y crecer, importando lo aprendido fuera de la patria en beneficio de una Colombia donde todo fuera posible y las buenas ideas se pusieran en práctica.
Después de varios años fuera de Colombia lejos de nuestras familias y amigos, hemos regresado con mi esposa y los niños con una sonrisa y alegría infinitas. Nos hemos encontrado con un país maravilloso descubriendo así que efectivamente sí es realismo mágico lo que nos hace magnéticos, generosos, hospitalarios, emprendedores y solidarios, haciéndonos sentir siempre que todo va a estar bien.
Colombia ciertamente tiene más virtudes que defectos. Oportunidades enormes y desafíos con espacio para solucionarlos. Aparentamos estar polarizados cuando quizá lo que buscamos es trabajar colectivamente. En el discurso nos dividimos, sin embargo creemos en lo mismo. Es evidente que tenemos retos sociales gigantescos al igual que el resto de Latino América, e indiscutiblemente hay compromiso para resolverlos.
Sur América nos plantea retos que pueden convertirse en oportunidades maravillosas. Una de ellas es mejorar sustancialmente (10X) la empleabilidad, la formalización laboral y el empleo inclusivo, tema al que quiero estar dedicado próximamente. Pronto escribiré al respecto.